Como ves no tengo la intención de jugar al despiste con el título.
Mi consejo de hoy para ti es claro y directo: hay una epidemia de expectativas (irrealistas, muy poco beneficiosas, con diversos perjuicios para ti y tu productividad) y te recomiendo que empieces no solo a ignorarlas, sino a mirarlas con tan malos ojos que no dudes ni un segundo en arrancarlas de raíz en cuanto detectes que te puedes (o te pueden) crear una.
Es decir: si quieres facturar más que el año pasado, si quieres conseguir más clientes que el último trimestre, si quieres que te lleve menos tiempo una tarea: olvídate de esperar X resultado de ti (precisamente para lograrlo).
Dicho así parece simple. Pero como toda mala pécora productiva, si caemos en la trampa de las expectativas una y otra vez es porque tienen algo que nos atrae inicialmente. Así que vamos a darle un repaso a qué son, cómo se originan y verás cómo puedes eliminarlas fácilmente para disfrutar mucho más tu día a día (y paradójicamente sacar mejores resultados que si te creases expectativas a diario).
¿Por qué tenemos expectativas?
Las expectativas florecen como champiñones en casi cualquier campo porque es tan fácil que se originen, como aceptarlas o incluso contribuir sin casi enterarte a que se afiancen.
Te pongo un ejemplo rápido:
Peláez, un humilde vendedor de neveras, entra el lunes motivado en su tienda. Y a base de dialogar con varios clientes logra vender en su primer día tras las vacaciones ni más ni menos que 3 neveras.
El pobre Peláez, se siente tan genial que lo comenta en la máquina de café con una compañera y su jefe le felicita al pasar y enterarse.
Lo que podía ser un hecho aislado, tiene ya el material para crear peores resultados mañana si es mal gestionado.
Si Peláez (y todas las personas implicadas) no hacen un esfuerzo muy muy rápido de contención con la buena noticia estos son algunos de los ejemplos de paradojas que pueden aparecer al día siguiente:
- Peláez, al día siguiente, puede entrar casi sin enterarse con la expectativa de intentar vender otras 3 nuevas neveras (al fin y al cabo, ayer demostró que podía hacerlo).
- Su jefe puede incentivar esa expectativa con un comentario tan simple como «¡A seguir así Peláez! ¡Mañana otras 3!».
- Y su compañera para celebrarlo y sin ninguna mala intención puede decirle un «jolín. Qué crack, Pélaez! Te vamos a llamar el el tri-nevera» un apodo espontáneo que la verdad es que gusta oír y acarrea su prestigio si andas en ese mundillo. Pero también su presión encubierta.
¿Por qué son tan frustrantes las expectativas?
Las expectativas son frustrantes porque nos dan visión de túnel y ejercen presión donde no debería de haberla.
Al día siguiente, a las 12 de la mañana, si Peláez hubiese vendido 0 neveras podría elegir evaluar ese resultado de 2 formas diferente. La primera es comparar ese resultado como antes del verano pensando algo como «hoy no están muy interesados los clientes». Pero si lo hace desde la expectativa de que «él es el tri-nevera» (y se espera más de él) puede empezar a cuestionar que haya perdido su magia especial. Si además Fernández, que justo está a su lado lleva 2 neveras, todavía podría sacar una conclusión peor (casi casi «que el problema es él», porque Fernández si que ha vendido bastante).
Del mismo modo, un jefe no evalúa igual el comportamiento de alguien que ha vendido 0 neveras, si vende 0 o 1 a diario que si se espera que venda 3 al día.
Y seamos sinceros: para una persona que cobras una comisión sobre cada nevera que vende alguien de su equipo, es difícil ser un jefe objetivo. A nada que alguien despunte, tienes un incentivo económico a seguir animándole y presionándole para que haga honor a dichas expectativas.
Pero las expectativas frustran porque la mañana de Peláez poco suele cambiar de un día para otro y donde ayer había libertad para «intentar y probar cosas» hoy hay casi una «exigencia de resultado» (que limita).
Es muy probable que, como diría Carol Dweck, Peláez se pase de la «Learning Zone» a la «Performance Zone» y deje de probar las cosas nuevas que le hicieron vender ayer 3 neveras para intentar repetir lo que le ha funcionado en el pasado (y previsiblemente cada vez funcionará menos).
¿Y tienen algo bueno las expectativas?
Lo cierto es que hay ocasiones en las que sí. Pero a cambio de una presión, como comentaba anteriormente, desorbitada.
Un concierto de música vende muchas más entradas cuanto más altas sean las expectativas puestas sobre quién vaya a tocar ese concierto.
O, por ejemplo, las expectativas sobre la calidad de tu trabajo determinan en gran parte el salario que puedes negociar al entrar en un nuevo puesto de trabajo.
Pero en contrapartida la presión es a menudo tan grande que puede destrozar el resultado por el que más llevas trabajando con mucha facilidad.
Tienes ejemplos en casos tanto famosos como mundanos. Desde Simon Biles, la gimnasta americana que se tuvo que retirar en Tokyo 2020 por salud mental ante la inmensa presión por verla, hasta el histórico 1-7 que recibió la selección brasileña de fútbol en el mundial de 2014 jugando en su propio país ante Alemania.
Diferencia entre una expectativa y un objetivo
Por otro lado, me gustaría precisar que una expectativa no es un objetivo. De hecho, ambos están casi en los polos opuestos en productividad.
Mientras un objetivo te da foco, define lo que quieres y te acerca a conseguirlo (es un «por ahí vas bien»), una expectativa es una fuente de presión generalmente irrealista y de origen dudoso que no clarifica nada más que a partir de cuando lo estás haciendo mal (algo como un «de aquí para abajo problemas»).
La cuestión del foco
Podría decirse que la diferencia entre lo bueno que resulta un objetivo comparado con lo malo que resultan las expectativas es en qué pasa el tiempo tu cabeza.
Según la investigación de E. Deci y compañía, el hecho de presionar con un indicador a una persona (como por ejemplo el tiempo que tarda en realizar una tarea) es un distractor tan importante que logra que esa persona tenga peores resultados en ese indicador (en este ejemplo, que tarde más en completar la tarea).
Existen muchas interpretaciones posibles de por qué podría ser esto así, pero la más evidente sería que tu cabeza está consumiendo un tiempo inútil durante la tarea (e interrumpiéndose varias veces del problema) en mirar el relojito (que actúa como distracción y limitante).
Por eso, mientras un objetivo «recentra el foco», una expectativa «te distrae, presiona y pasa a un modo más conservador».
No en vano, a menudo para resolver problemas creativos necesitas probar cosas «un tanto diferentes». Y tener una presión como «voy tarde», «llego tarde» o «esto no está funcionando y así no voy a lograr el mínimo» son excelentes razones para que abandones la mejor idea que has tenido por volver a aquello que llevas haciendo años (y en el fondo cada vez funciona menos).
Concluyendo
Las expectativas son muy fáciles de crear y algunas han llegado hasta nosotros desde fuentes de lo más dudosas o aceptadas sin cuestionarlas.
Al fin y al cabo, nada le impide al presidente de una gran compañía decirle a todo su personal «trabaja duro y podrás llegar a mi puesto». Pero no hace falta ser muy listo para saber que, si la empresa tiene simultáneamente 900 personas, quizás solo a una persona o un puñadito de personas se les cumpla en varias décadas. Sin embargo, una frase así obra maravillas para motivar a varios cientos de personas al menos hasta que se den cuenta de la trampa.
Las expectativas siempre nacen y las alimentamos por más de un motivo, pero en general no suelen ser buenas. Así que mi recomendación aquí es clara: para trabajar con libertad y por el bien de tu productividad, en cuanto detectes que te has generado o intentan incentivar en ti expectativas: elimínalas de raíz.
Porque, por lo que hemos visto, y por paradójico que parezca, es más probable que logres tus objetivos sin expectativas que con ellas.
Nota: si tu pregunta no es tanto el «que deba hacerse» como el «cómo» (librarte de las expectativas) y buscas soluciones específicas a tu caso, échale un vistazo a la mentoría de productividad porque podría interesarte que trabajemos juntos. Desde la empresa más rígida a al autónomo más exigente consigo mismo, siempre existe una manera de lograr que esas expectativas no te abrasen y en cuanto lo consigues tus resultados cambian mucho (y sobre todo la experiencia gratificante que vives cada día al ir a trabajar disfrutando de ello en vez de ir «apagando fuegos» constantemente).
¿Y tú cómo gestionas las expectativas? ¿Eres de las/os que les motiva tener mínimos de referencia o por el contrario funcionas peor en cuando sientes esa presión?