Antes de nada déjame desearte un ¡muy feliz y próspero 2018! que la última vez que nos vimos estábamos todavía en el 2017.
Por aquellas fechas te contaba que me he pasado definitivamente a una semana de cuatro días de trabajo, cómo he implementado esa medida y los consejos para que te funcione porque el objetivo es ser más productivo en 4 días que en 5 y eso requiere hilar fino.
Si aún no te has leído la primera parte, te recomiendo que empieces por ahí, pero en esta segunda voy a presentarte un par de fenómenos curiosos/peligrosos (de los que te gustará estar prevenido si piensas intentarlo) así como mis recomendaciones de para quién sí y para quién no está adaptada esta medida.
¿Listo? ¡Pues venga!
¿Sabes cuál es el primer fenómeno que te amenaza cuando intentas una semana de 4 días?
Los fenómenos interesantes
1. El sentimiento de culpa
Todos los que estamos en este blog intentamos como mínimo ser más productivos.
Sabemos que la productividad premia la previsión y la proactividad.
Y ahora vengo yo y te digo que para ser más productivo, es probablemente mejor trabajar 4 días que 5.
¿Qué pasa el día que te vienen mal dadas en el trabajo y a ti te toca el día libre de la semana?
Pues que en la cabeza te ronda una sola idea.
Un sentimiento de culpa.
Una sensación de que está pasando algo malo y no estás usando todo lo que está en tus manos para resolverlo.
Estás siendo «irresponsable».
O como decía un profesor genial de ajedrez que tuve, vas a pensar: «La casa en llamas y yo fumando».
Pero lo que a mí me ha resultado clave para superar esa sensación es mentalizarme de que, a fin de cuentas, lograr implementar la semana laboral de 4 días va precisamente de esto.
Estás pasando de la convicción tradicional de que hay que trabajar 5 días sí o sí, a la propuesta de que a lo mejor con 4 haces lo mismo o más.
E indirectamente estás decidiendo que a partir de ahora, cuando te caiga un marrón, vas a priorizar el resolverlo con ingenio y productividad antes que en resolverlo echándole horas (¡de las que solemos tirar como papel higiénico!).
Ya te digo de antemano que la primera es más difícil, pero es exactamente en ese margen en el que yo voy a ganar mi plus de productividad.
A los que están al borde del burnout siempre les resulta fácil encontrar una excusa para dejarse los 7 días trabajando y a mí va a hacerme falta decir más que no, tirar de ingenio y recortar.
Pero es que estamos tan lejos del óptimo trabajando que lo primero recortas es siempre decorativo y calentar silla. Mientras que a cambio obtienes un preciadísimo día con un impacto doble y muy positivo en toda tu productividad.
Por eso ahora con un poco más de perspectiva, creo que la sensación de culpa es prácticamente inseparable de pasarse a la semana de 4 días pero que, una vez pasado el reto, la capacidad que ganas es buenísima.
Así que si lo intentas, tranquilo en este aspecto que, incluso si te equivocas, intentándolo no solo no estás siendo irresponsable sino que estás teniendo siendo muy valiente y haciendo algo muy serio y responsable.
Si no te pica ni siquiera un poco al quitarte un día es probablemente sinónimo de que deberías habértelo quitado hace tiempo.
2. El peligro de recaída
El peligro de recaída, por otro lado, es esa tendencia que podrías tener de «ya que te estás dando el día libre (eh, ¡irresponsable!), por lo menos haz alguna cosa que contribuya».
Esto puede acabar por lo tanto en la cómica situación de que te prohíbes avanzar en el trabajo que haces cotidianamente pero te acabas poniendo a trabajar en proyectos secundarios y, por qué no admitirlo, en tareas basura.
En mi caso he de admitir que este fenómeno ha sido mucho más fácil de tratar porque ya tengo el hábito implementado de cuando me lancé por mi cuenta y me empezó a pasar esto con los fines de semana.
Resumiendo, mi filosofía para atajar el tema es que: yo no hago tareas basura y punto.
Hay ciertos emails que no respondo, ciertas cosas que no voy a ordenar en mi vida y ciertos problemas para los que asumo con mucha alegría y algo de auto-control que JAMÁS van a merecer la pena mi tiempo.
Cuesta, se entrena, no es infalible, pero por ahí van los tiros. Si dudas estás frito.
Así que si un miércoles me entran ganas de «aprovechar para» organizar una carpeta vieja con ideas de artículos que dije que nunca organizaría, no tengo reparo ninguno en decirme que mi día libre es para mí y cero tolerancia con esas chorradas.
El día libre no está para «hacer algo útil» porque así es como se empieza a minar algo que debería ser un descanso de verdad.
Pero bueno. Aquí admito que yo partía con ventaja porque esto está estrechamente ligado al valor que le das a tu tiempo libre, el valor que le das a tener tu estilo de vida ideal y lo bien definido que lo tengas.
Si no valoras tu tiempo, no sabes que es un estilo de vida o cuanto más dudes de qué estilo querrías llevar, lo mismo: más complicado no acabar cediendo.
Para mí ese siempre ha sido un tema muy interesante en el que rascar más y más. Y gracias a tener las ideas claras acabas tomando decisiones un poco más «radicales» pero productivas.
De otro modo, siempre va a llegar una situación de estrés, una tarea importante en el trabajo o cualquier cliente que no quieras perder que se quede con tu día libre. Si tienes margen y no lo valoras, que no te quepa la menor duda: se lo va a comer tu negocio o tu cliente y te vas a quedar sin margen, ni descanso, ni nada.
Así que en este aspecto cuanto más valores tu tiempo libre mejor.
Es importante ser un poco radical a veces y evitar la recaída en estas tonterías porque si no empiezas por pequeñas concesiones y 2 o 3 semanas más tarde podrías estar anulando tu semana de 4 días por no verle más sentido.
Pero no vas a hacerlo porque dejarte descansar no te funcione, sino porque no sabes dejarte descansar. Y ahí el problema que tienes va más allá de la semana laboral reducida.
Lo que sí me permito
Lo que sí me permito no obstante es hacer cosas que me divierten (y sí, aunque sean de trabajo).
Yo tengo la inmensísima suerte ahora de que mi trabajo ahora es también mi pasión (¡no vino gratis, eh 😀 ! Hay que perseguirlo constantemente).
Me encanta lo que hago, me encanta poder dedicarme a ello y, sería un poco «frutada» (por no decir otra palabra) el no permitirme a mí mismo hacer en mi día libre lo que más me gusta.
Lo único que me pongo aquí como barrera es que si voy a hacer algo relacionado con el trabajo me autorizo a:
- hacer tan solo la parte que más me gusta
- no acabarlo si no me da la gana
- y no ponerme absolutamente ninguna expectativa en cuanto al resultado
Ya me ha pasado el escribir artículos para este blog en mi día libre, pero… también me ha pasado el escribir cosas que tiro a la basura.
¿Son dos horas perdidas? ¿Son dos horas ganadas?
No está ahí el tema.
Lo importante es que en tu día libre te diviertas y lo aproveches. Y para ello necesitas la libertad total de hacer lo que quieras.
Si tu trabajo es tu pasión: adelante, haz lo que más te apetezca.
Pero, no porque hagas cosas del trabajo, estás con la misma filosofía que cuando trabajas.
¿Que no te apetece una parte que es aburrida? Pues eso le tocará al siguiente día de trabajo.
¿Que no te sale bien? No pasa nada. Si te divirtió, perfecto. Y si no te divierte, paras y a otra cosa.
¿Que te vendría muy muy bien responderle a un cliente hoy porque así el jueves ya habrás respondido?
Eso es un engaño. ¡Fuera!
La pregunta es ¿te apetece o no te apetece? Y si no, por muy práctico que sea, ya puede acumular polvo ese email hasta que llegue el jueves, que es cuando trabajas.
Por otro lado, ¿sabes la diferencia de tiempo que me lleva entre escribir un artículo cuando me entra la inspiración un miércoles y cuando tengo que escribir uno forzado?
No hay color.
¿Sabes la cantidad de cosas geniales no estrictamente necesarias para trabajar con las que juego los miércoles que me hacen mejor el día a día en el trabajo?
Muchísimas.
Así que me dejo, escribo el contenido que quiera o hago la parte que me apetece de otra cosa. Y ya veremos luego si lo puedo usar, si no o si lo tiro a la papelera.
Esto también me enseña que es casi más importante lo que me produce a mí hacer esa actividad como sensación que el propio contenido que produzco. Y como no es de extrañar, hay cosas que abandono relativamente rápido y otras que, cuando las acabo, son de lo mejorcito que produzco.
¿Por qué? Pues probablemente porque yo mismo estoy en tal estado de comodidad, serenidad y enchufado (el famoso Flow de Csikszentmihalyi) que no existen circunstancias mejores para hacer un trabajo creativo.
Y como tengo derecho total al error (porque si no me gusta lo borro), acabo explorando cosas muy interesantes sin miedo alguno.
Cuando entro en ese estado a menudo pienso: «ojalá fuese capaz de replicar esta sensación a los otros 4 días en los que me obligo a trabajar». Pero, ¡no nos pongamos avariciosos!
Ya veré qué puede hacerse al respecto. De momento, las sensaciones iniciales son espectaculares y mucho me da que para transitar a ese estado de manera perenne va hacer falta que trabaje de una manera para la que probablemente aún no estoy suficientemente equipado.
A quién se lo recomiendo y a quién no
Mis conclusiones en este apartado son bastante sencillas.
Opino que un cambio así hay que basarlo en los cambios concretos que se puedan observar y no tanto en lo que creas que te funciona o no. Por eso el factor principal que va a determinar si te recomiendo o no la semana de 4 días depende en gran medida de tu profesión.
A quién NO se lo recomiendo
Si tu profesión es una profesión técnica, de servicio directo o, digámoslo así, de «intercambio de horas por dinero» (los contratos también entran aquí normalmente), NO te recomiendo que te pases a la semana de 4 días para nada.
¿Por qué? Pues básicamente porque tu fórmula para calcular tus beneficios es:
Si a eso le quitas el 20% de los días, no hay ninguna sorpresa: te van a bajar los beneficios un 20%.
¿Funciona el trabajar solo 4 días dando sesiones de fisioterapia para darlas mejores? Puede que sí, pero la triste realidad es que no creo que tu clientela acepte sin más el 25% más de precio que necesitarías para compensar la gente a la que ya no das servicio.
No al menos de la noche a la mañana. Y eso me parece muy muy importante decirlo.
Si quieres transformar tu negocio y trabajar con clientes que te paguen más pero porque das un mejor servicio de alguna manera, eso ya es otra cosa. Pero hacer el cambio a secas: no, no es para ti si tienes este tipo de trabajo.
Existen otras maneras de optimizar tu negocio no obstante, pero no la semana de 4 días.
A quién SÍ se lo recomiendo
A todo el resto. A toda la gente cuyo trabajo es una mezcla de estrategia y acción.
Si eres un creativo (diseñador, publicista, ilustrador, escritor, …), si tu trabajo no está claro desde que llegas a la oficina a las 9 (emprendedor, marketer, director de estrategia, etc.) y, en definitiva, cualquier trabajador del conocimiento, te recomiendo la semana de 4 días claramente.
¿Por qué? Porque tu fórmula de beneficios depende en gran parte de la calidad de tus ideas. La ejecución pesa tanto casi (pero frecuentemente menos) que tus ideas.
Tus ideas son lo que define cuál es el máximo que vas a ganar si haces todo bien, cómo de difícil se ve el proyecto de antemano y esas cosas.
Una buena idea, puede resolverte el trimestre. Y la carencia de ellas puede hacer que te quedes semanas enteras en la silla produciendo contenido de muy baja calidad que ni les gusta a tus clientes ni te calma a ti a pesar de la cantidad de horas que le echas.
Esas espirales de «falta de inspiración» y «estrés porque cada vez te queda menos tiempo» te las rompe a la perfección la semana de 4 días.
No solo va a sacar a tu cabeza durante 24 horas de ese estrés, sino que va a lograr que muchos miércoles los pases exponiéndote a estímulos externos que es justo lo que no hubieses hecho si te hubieses atrincherado a resolver tu problema.
Un experimento que seguirá pero bastante concluyente
Mi curiosidad productiva no se acaba aquí pero como es normal, todavía no tengo datos del futuro. Así que ya te iré contando cómo evoluciona aunque para mí lo gordo ya ha pasado.
Es curioso porque, a raíz del primer artículo, habéis sido bastantes los que me habéis comentado por diferentes vías que os encantará saber si dentro de un tiempo «me sigue funcionando» pero sinceramente, si te estás planteando intentarlo, yo no esperaría a que alguien te diga que lo ha probado años y le funciona.
Lo digo porque la prueba de si funciona no está tanto en el que lo pruebe otra persona mucho tiempo sino en el cómo lo pones en práctica tú cuando lo intentes.
Para mí las primeras sensaciones ¡han sido excepcionales! y yo me pondría más en una mentalidad intentar constantemente ajustar lo que necesites para que te funcione cada vez mejor que no de volver a «seguro» cuando no te funcione.
Básicamente porque la idea tiene lógica. Trabajando 4 días tienes más margen de maniobra, más descanso y, por lo que hemos visto en estos dos artículos, tienes mecanismos que te hacen más sencillo resolver problemas (y te fuerzan a deshacerte de tareas basura). Así que en conjunto es algo que te interesa y que a lo mejor es más fácil de lo que parece.
Por eso, lo dicho, yo tendré más datos y más experiencias en un año pero si la idea te interesa, no dejes de probarla y no dejes de hacerlo pronto porque potencial tiene y mucho.
Nos vemos muy prontito y para cualquier cosa, ¡nos vemos en los comentarios!