Tengo que reconocer que me flipa mi trabajo. Me gusta tanto que cuando gano el equivalente de la liga en 4a división, lo que hago es ascender a 3a y ponerme a perder todos los días partidos subiendo de nivel sin mirar para abajo. ¿Cómo?
A los 23 años trabajaba de traje y corbata en París, se me daba bien y los clientes de grandes bancos me daban la enhorabuena. Me decían cosas como «ahora no te vayas de la empresa durante 3 años que te querremos a ti si algo pasa» jeje jeje. Una vez me lo dijo el CIO de uno de los principales bancos franceses con mi dimisión ya presentada hacía 1 semana.
Cuando lo reviso a veces digo: ¿cómo se te ocurrió dejar todo eso por hacerte autónomo empezando a facturar 0€/mes al mes siguiente?
Pues a eso le llamo yo subir de 4a a 3a.
Pasar de algo dominado a algo a un entorno al que sabes que vas a ser el último y perder cada día.
Pero que para ti tiene un sentido de nivel superior.
El trabajo en París era fácil, el dinero entraba a espuertas. Como chaval ni me daba cuenta de lo que era firmar contratos de 30, 37 o 39k€ como junior (comparado a lo que trabaja un autónomo por esas cifras).
Y en Francia mi diploma vale oro cuando aquí ni se conoce mi universidad.
Pero algo me hacía chirriar.
Sacrificaba mi vida personal en un país con el que no acababa de encajar. Me faltaba la percepción del tiempo gallego.
Y no me refiero a la lluvia 😀 . Sino a acabar a las 15h y que «mi tarde libre» sea lo que un parisino llama «día de vacaciones».
Que lo que yo tengo en Coruña o Valdeorras (cada día) es por lo que ellos pagan 2000€ o más por disfrutar 1 solo mes al año.
Y cuando das una charla y una persona te agradece con un comentario, (o mejor) confiándote una pregunta que le cambia cosas y te reconoce tu trabajo porque le acabas de ayudar, no hay billetes en el universo que te paguen eso.
Los apasionados tenemos el peligro, sin embargo, de infravalorar nuestro trabajo mientras otros se aprovechan.
Como nos gusta tanto, es duro decir que no a presupuestos bajos para esperar hasta que te paguen bien (porque hay que convencer mucho a tu cabeza que no acepte gratis lo que en el fondo le apetece hacer…).
Pero si algo le deseo a todo el mundo es: experimenta el trabajo apasionado en lo que te mueve.
Porque no hay seminario intensivo que sustituya a la fuerza y la motivación con la que curras cuando curras por lo tuyo, lo que te apasiona y lo que te mueve.
Cuando lo haces en tus términos y a tu manera.
Aunque «pierdas» 50 veces seguidas intentando algo que parece imposible, te acabarás sorprendiendo con persistencia que acaba saliendo aquello en lo que llevas 30 meses fracasando.
Digo esto porque últimamente he oído mucho en preguntas y charlas a emprendedores y profesionales diciendo frases del tipo «yo es que aún no estoy estable», «es que aún no tengo un negocio funcionando», «es que cuando vaya bien de verdad ya…» como con una sensación de estar incompletos/as. Como con una sensación de que ellos/as «no son emprendedores/as» y solo se debería considerar emprendedores/as a quiénes siempre tienen un saldo muy positivo a final de mes.
Pues nada más lejos de lo contrario.
La estabilidad emprendiendo no existe (ni como asalariado, en realidad). Pero aquí puedes olvidarla.
Cuando una empresa abre una tienda y todo va bien, pone sus ojos en la siguiente. Y cuando vienen malas, se cierran.
Así que sigue. Sigue adelante y pedalea (sin preocuparte por la estabilidad).
Llámate empresaria/o o emprendedor/a desde el día 1 porque no necesitas más que empezar para considerarte uno/a de pleno derecho.
Violinista es una niña desde el primer día que coge el violín. Aunque haga una actuación delante de los padres de la escuela a fin de año y 15 se tapen los oídos porque tu violín suena a gato afilando uñas en una pizarra.
Eres violinista, ¡leñe!
¿Violinista novata? De acuerdo. Pero violinista ya. No cuando pases «x» frontera.
Y si hay un momento en el que mereces que te aplaudan es precisamente ese: el primer día.
Porque cada momento a partir de ahí va a ser más sencillo. Pero ahora que te dices que eres «mala/o», «que aún no eres violinista» o que te autoexcluyes es justamente cuando más deberías visibilizar que estás siendo un/a PEDAZO DE VALIENTE.
Con 7 años, con 14 o especialmente con 60+.
Siempre parecerá más fácil en otro momento. Pero al final solo cuenta una maldita cosa: que es coger tu maldito violín, ver a un viejo tapándose los oídos en primera fila que «solo vino a oir a su hija» y hacer tu Himno de la alegría en la peor mejor versión que te ha llevado horas ensayar.
Pero al colgar la última nota, colega. Ahí que se prepare el mundo.
Porque en esa sala habrá mucha gente. Quizás 40 mirando el móvil o a otra cosa, quizas tus padres aplaudiendo como descosidos (más por cariño que porque hayas tocado genial), un señor rancio con los oídos tapados en primera fila y un/a PEDAZO de violinista con una valentía más grande que un mapamundi que ahora es de nivel 2.
Y a eso es a lo que yo le llamo ascender de liga.
A aguantarte las ganas de abortar mientras sabes que chirrías y te recorren ideas de pánico por la cabeza porque al final serás violinista de nivel 2.
Ese es el momento más bonito de tu vida de violinista y que nadie te engañe.
El siguiente será ya tu 2º concierto, la siguiente que ensayes será tu 2ª canción y la próxima vez que te sientes en clase será como mínimo la 2ª.
Nada brilla más que el último concierto de alguien que está en la cresta de la ola, pero lo cierto es que no hay en ningún lugar más valentía que cuando estás más abajo (y no hay más abajo que el primer paso).
Por eso le agradezco un montón al mundo darme todas las oportunidades que me da a diario pero, si escucho otra de esas frases o la estás pensando en tu interior, tan olo me dan ganas de decirte una cosa: ¡haz lo que quieres en la vida!
Hazlo con pasión e ignora a viejos que se tapan los oídos delante de tu trabajo en tus primeros y no tan primeros pasos.
Quien dice un viejo tapa-oídos, dice un mercado que no te entiende, unos clientes que te quieren peor y más barato, unos socios que te tientan para ir al mercado seguro o un entorno que te desanima de meterte en lo que quieras porque es arriesgado.
Porque siempre habrá el equivalente de esas barreras, pero son un mal menor necesario para que consigas hacer lo que tienes entre manos.
Y este mundo NECESITA profesionales apasionados haciendo lo que mejor saben.
No oficinistas frustrados atados de pies y manos, con un sueldo seguro y con garantías. Especialmente la garantía de que no harán nada de lo que SÍ saben que aportaría algo trascendente al mundo.
Ya está, ya me he quedado a gusto. Pero ¡dale, emprendedor/a, dale!
Como parte del mundo, quiero ver esa genialidad que aportarás tan solo si te autorizas a sacar tu violín-gato hoy y destrozarnos los oídos.
Dale caña. Vida solo hay una. Te deseo lo mejor.