Más que consejos de organización, lo que me gustaría traerte hoy es una reflexión en voz alta que me persigue.
Todo esto tiene su origen en las famosas frases tan oídas estos días de: «Por fin se acerca el verano. Ya me hacían falta las vacaciones y tiempo libre para hacer lo que quiero.» Y estúpida como reacción o no, la única pregunta que me asalta cada vez que oigo una de estas perlas es: «¿Pero tú qué haces durante el año?»
¿Coincidencia o esquema mental?
No puedo evitar la reacción porque creo que tras frases como estas se esconde la visión verdadera de la persona que la pronuncia. Es como dejar una huella en la escena del crimen. Este tipo de afirmaciones te permiten saber más de lo que la persona es consciente de que está mostrando.
En primer lugar queda claro del que la pronuncia, que prefiere el verano al resto del año, hasta ahí, aunque sólo sea por el tiempo de vacaciones, comprensible. Lo que se puede deducir además es una tendencia a posponer todo lo personal o por lo menos una anteposición frecuente de todas las obligaciones a los deseos. Y yo en eso, ya sabéis que tengo una regla simple pero inamovible sobre los dos factores que debe tener cada día.
Pero tampoco me voy a hacer el experto en esto. Yo la he pronunciado año tras año en cantidades industriales y es a raíz de eso, principalmente, por lo que he empezado a notarlo. Es como si siendo mi propio detective, de repente diese con una nueva pista y entonces empezase a tirar del hilo para ver qué estoy haciendo en realidad.
Así que me encuentro a mí mismo, sospechoso de estar en el saco de los que esperan al verano en medio del año, de los que esperan las Navidades a mediados de Octubre y en definitiva y por extensión, cualquier periodo relajado frente a uno de estrés, y aunque me molesta, hasta aquí en principio no hay problema.
Sólo que con un matiz que sí que no tolero. El matiz que lo cambia todo, que no es más que el hecho de llegar a posponer e incluso autoconvencerme continuamente de que no es el momentode hacer exactamente lo que me apetece.
¿Qué pasa con los proyectos que planificamos en épocas de mucho trabajo y olvidamos cuando estas acaban? ¿Por qué consumimos entonces una inmensidad de horas libres sin más proyecto que lo primero que nos caiga entre las manos? ¿Por qué me pongo a pensar en las vacaciones, un domingo?
¿La clave?
Para mí en esto, quizás la clave esté en que las ideas tienen que ir por delante. Querer tiempo libre porque sí, a mi modo de ver es como querer amasar dinero. Lo que buscamos con eso es tener la seguridad de que pase lo que pase con ese dinero (o con ese tiempo libre, en este caso) vamos a poder solucionarlo (Lee esto para ver mi alternativa).
Así que empezamos el verano por pedir más tiempo libre esperando que cuando lo tengamos lo invertiremos en grandes cosas. O mejor dicho, esperando que por muy mal que lo gastemos, siempre habrá más para solucionarlo (de ahí la seguridad).
Así que mi visión es la siguiente. Durante el verano tienes tiempo libre, de sobra para equivocarte y reinvertirlo en otra cosa al día siguiente. ¿Por qué no pruebas a preguntarte qué harías si toda tu vida fuese verano? Y empieza exactamente a hacer esa rutina.
Cuando llegue de nuevo el invierno quizás no haya que cambiarla tanto, sino simplemente admitir que tienes menos horas disponibles, eso sí, con la misma ilusión y objetivos que realmente te interesan y persigues ahora en plenas vacaciones.
Es un tema incierto y con muchas vueltas de hoja, ¿pero tú que opinas al respecto? Para empezar, ¿tienes también dos vidas completamente diferentes verano / invierno? No olvides dejar tu comentario.
1 comentarios
Como dices hay muchas muchas muchísimas vueltas de hoja respecto a este tema. Yo lo toqué hace unas semanas de manera parecida al reflexionar sobre los tan ansiados viernes 🙂
No pretendo repasar todas esas vueltas de hoja… Así que yo me quedo con una que me preocupa bastante. Me explico.
Esto que muy bien describes y que nos ha pasado a todos ya viene programado. El juego empieza a los 3 añitos, cuando empezamos el parvulario, y acaba como pronto a los 16, al terminar la educación secundaria. Durante 13 años repetimos anualmente el mismo proceso. De septiembre a junio, de lunes a viernes, obligaciones. Colegio, informática, fútbol, inglés, piano,… la agenda a tope, sin descansos, y conforme más mayores, con menor libertad de movimiento a la hora de escoger qué queremos hacer. «Si te portas bien, en verano tendrás premio» 😉
Entonces es lógico que ya de adultos el programa se repita una y otra vez, tanto a nivel semanal como anual. Las obligaciones muchas y durante mucho tiempo. El disfrute y la realización personal poco y durante periodos breves. Y todo eso si te quedan suficiente energía después de tanta caña 🙂
Esto da para mucho, jeje!
Tus conclusiones muy acertadas 🙂
Un abrazo Iago