Un minimalista y un náufrago tienen a menudo pocas diferencias.
El minimalista, al principio, tenía una gran cantidad de cosas pero ha sabido ir quedándose tan sólo con aquellas que son vitales para él, le resultan útiles y cuyo valor como conjunto le ofrecen el mejor balance entre beneficios y mantenimiento posible.
El náufrago, por otro lado, ha empezado sin nada pero ha sabido ir invertido sus esfuerzos en crear en cada momento la herramienta que más necesitaba y no tenía aún.
Tanto náufrago que construye como minimalista que reduce, ambos se llevarían a una isla desierta «Única y exactamente lo que vayan a necesitar».
Dime, ¿qué te llevarías a una isla desierta?
Si te enfrentas en serio a la pregunta, acabarás tarde o temprano encontrando dos problemas.
El primero es no saber muy bien lo que vas a necesitar. En el ejemplo imaginario de la isla, éste puede ser un punto complicado, pero espero que para tu día a día recuerdes y pongas en práctica lo que te presentaba hace poco sobre la importancia de identificar tus necesidades si aun no lo has hecho.
El segundo es que en la pregunta de la isla desierta siempre nos ponen un limitante (si no no hay dificultad). El limitante es que normalmente sólo nos dejan llevarnos una cosa y la pregunta acaba siendo «Si pudieses llevarte una sola cosa, ¿qué te llevarias a una isla desierta?».
Valor subjetivo, valor objetivo
Además, a todo lo que posees o esperas crear por ti mismo se le pueden atribuir en economía dos tipos de valor:
- Valor objetivo: Qué es lo que cuesta producirlo, los materiales y el trabajo necesario (en teoría, esto es lo que debería de reflejar el precio).
- Valor subjetivo: Que mide la utilidad que le puedes dar y cambia según la persona y la situación (el valor subjetivo de una película es mucho más elevado antes de que la veas, por ejemplo).
Convergiendo hacia el objetivo
En teoría, cuando te marcas un objetivo deberías ser sólo como un náufrago. Trabajas creando herramientas a tu alrededor y así esperas llegar a lo que te propones. Pero esto no funciona.
Si te comportas como un náufrago constantemente gastarás tu tiempo y esfuerzos en herramentas que te ayuden pero pronto alcanzarás tu limitante. Eso es lo que hacemos a diario manteniendo rutinas de las que ya ni sabemos el por qué y aún así les permitimos saturar nuestro día a día. Para muchos emprendedores, el exceso de tareas secundarias se vuelve tan nocivo como la pasividad absoluta.
Y es ahí precisamente, cuando hay que cambiar a la actitud minimalista porque es la única capaz de devolverte el tiempo libre y liberarte de los compromisos que te frenan. En algún momento te has pasado al lado del exceso y la actitud que necesitas no es la de crear, sino la de escoger y eliminar.
Todo esto
Por eso, volviendo a la pregunta «qué te llevarías a una isla desierta» haríamos un balance entre estos dos comportamientos.
Admite que tienes un máximo de capacidad y estarás preparándote para optimizarlo.
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Mantén tu balance
Nadie te puede avisar cuándo debes cambiar de modelo, pero sí puedes permanecer alerta. Tu meta es maximizar el valor subjetivo de lo que te rodea y eso lo puedes conseguir tanto construyendo lo que importa (al estilo náufrago) como subsituyendo o eliminando inteligentemente lo que te perjudica (al estilo minimalista).
Impulsar nuevas ideas para tus proyectos puede ser muy positivo, pero debes apoyarlo cerrando o delegando las viejas iniciativas.
Si bien la actitud de náufrago nos lleva a un punto en el que tocamos límite, la actitud minimalista no te dará lo que necesitas, sino más bien depurará constantemente aquello de lo que dispones. Por eso estás obligado a avanzar y a revisarte con frecuencia.
¿Preparado para revisar tus compromisos actuales y enfocarte hacia nuevos más rentables?
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3 comentarios
El camino de ambos debería converger en un momento u otro, y seguir en direcciones opuestas. El minimalista, lo normal es que parta de tener «todo» y sus valores le lleven a prescindir de lo «no importante». El naufrago parte del extremo contrario, sin tener nada pero ansiándolo todo. Sus objetivos son totalmente contrapuestos, bien por gusto o por necesidad.
Como ya conoces he reflexionado en mi blog sobre este tema, impactante que nos alcanza a todos tarde o temprano de diferente manera…
Como resumen de mis experiencias, llego a la conclusión que tenemos que tener resuelto ese tema, o al menos encauzado y reflexionado de antemano. Tu artículo de hoy viene a tiempo para muchas personas…
Yo por mi parte como enseñanza aprendida es que tengo siempre “la maleta” preparada y lista para la migración, y cuando me refiero a la maleta no es solo física, es más la sicológica, pues el ser humano tenemos tendencia natural a echar anclas…
Si tienes claro el valor subjetivo de las cosas, ya tienes parte del trabajo hecho.
¿Qué me llevaría? Depende de las necesidades del momento…
Pues está claro que no llevaría embutido (como ejemplo) yo que he cambiado mis hábitos alimentarios…
Me gustaría resaltar tu párrafo “son vitales para él, le resultan útiles y cuyo valor como conjunto le ofrecen el mejor balance entre beneficios y mantenimiento posible.”
Afortunadamente el minimalismo se va haciendo hueco en el terreno de la productividad personal. Dado un sistema cualquiera, 5 tareas se pueden gestionar mejor que 50 y, además, si hay que elegir 5, seguro que son las realmente importantes mientras que en 50 puede haber tareas superfluas, ruido…
Un saludo