Si le preguntas a un grupo de personas cuanto son 2 más 2, la respuesta es unánime. Basta con tirar de matemáticas o de una calculadora (si alguien es muy terco) y todo el mundo acabará estando de acuerdo.
Sólo existe una respuesta.
Si cambiamos la pregunta por ¿ha hecho García un buen trabajo durante el último año? la cosa cambia.
Y si tú eres ese tal García, esa incertidumbre descontrolada puede resultarte de lo más injusta y desagradable.
Objetivo vs subjetivo
La diferencia entre una suma y evaluar tus resultados se debe a que medir la productividad de una persona es algo subjetivo.
A parte de la diferencia en la percepción (porque siempre hay algunos que conocen mejor tu trabajo que otros), ciertas personas pueden verse a menudo tentadas a decir algo diferente de lo que piensan de tus resultados.
Por ejemplo, si soy el jefe y tengo que darte un aumento de salario, por muy buen trabajo que hayas hecho, siempre puede interesarme el decir que en realidad no has hecho más que lo que se esperaba de ti.
Si por el contrario eres mi mejor amigo y el jefe me pregunta qué tal lo has hecho este año, puede que me entren ganas de «inflar» tus resultados.
Lo más sangrante de todo esto es que puede importar más lo que digan y opinen un puñado de personas en unos instantes que todo el trabajo y esfuerzo que has puesto tú sobre la mesa a lo largo de todo el año.
¿No es eso increíblemente injusto? ¿Te das cuenta de la gran importancia que tiene el poder influir en la percepción que tienen los demás de tu trabajo?
Por eso, y como este blog va de que aprendas a ser más productivo, no puedes limitarte a aprender tan solo a hacer más tareas sino que tenemos que aprender otra habilidad.
Tenemos que aprender a ser inteligentes, a convertir tareas en resultados y a capitalizar.
Esa es la habilidad clave en este tipo de situaciones y vamos a ver por qué apartados más pequeños y concretos puedes empezar a adquirirla.
Aprender a capitalizar – Ser inteligente para ser productivo
Si quieres empezar a hablar de productividad (lograr resultados personales) y no ya de eficacia (hacer tareas para tu jefe) es imprescindible que empecemos a hablar de:
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- Carácter subjetivo de la productividad Ahora ya sabes que la productividad es subjetiva pero te interesa saber el cómo. ¿Qué tiene de subjetivo? ¿Qué puedo cambiar en la percepción de mi jefe y qué no? ¿Cómo funciona la percepción y la cadena hasta que se me da una recompensa para que cumpla mi objetivo? etc.
- La diferencia entre eficacia y productividad Vale, ya hemos medio-mencionado que no son lo mismo pero, de nuevo, esta pista se puede explotar muchísimo más. ¿Hasta dónde tengo yo que hacer y cuando empiezo a capitalizar? ¿Cómo combato a los factores externos que minimizan algunos de mis resultados? ¿Cómo puedo anticipar para ajustar inteligentemente en qué me conviene implicarme? Estar atento a los buenos factores te van a hacer increiblemente más fácil el exigir una retribución a cambio de los buenos resultados que ahora sí podrás demostrar.
- Tus objetivos vs los de los demás En una relación jefe-empleado, freelance-cliente o similares ya no estamos en un sistema unipersonal sino social. Un contexto con personas, organizaciones y objetivos. Aquí la gente funciona como ríos, ráfagas de viento y corrientes. Y como cada uno se mueve hacia sus objetivos a veces es más importante saber jugar con estas corrientes que remar lo más fuerte que puedas. Las técnicas de este área van de detectar oportunidades, aprender a deducir los objetivos ocultos de los demás, lidiar con quién tiene objetivos opuestos a los tuyos, saber retirarse con éxito de entornos tóxicos, etc. Si descubres lo que realmente quiere tu jefe (en vez de lo que dice querer) vas a dar definitivamente menos vueltas y hacer más tareas de las que suman (para él).
- Cómo demostrar objetivamente tu capacidad Hay mucho más que hacer de lo que creemos en este aspecto y, aunque algunos factores de la productividad son subjetivos, no tienes por qué sufrirlos ni por qué sufrirlos tú. Por eso vale la pena afinar habilidades como: ¿en qué áreas/tipos de trabajo es más complicado que se vean mis resultados? ¿Me puedo ahorrar dolores de cabeza escogiendo bien? ¿Qué fragmentos puedo objetivar? ¿Cómo puedo generar indicadores? ¿Cómo puedo saber que apunto a lo que va a mirar mi jefe/cliente? y demás.
- La negociación encubierta Negociar es una habilidad de lo más infravalorada. Tanto es así que tan solo vamos con mentalidad negociadora al 1% de las negociaciones que tenemos a diario. Todo acuerdo de trabajo entre dos personas es una negociación (y casi siempre encubierta). Por eso, es tan útil aprender ya no solo los trucos cutres básicos, sino los conceptos de negociación en serio: el tiempo, el poder (de negociación) y la información. Y aprender cómo funcionan (la asimetría de información, el poder de coherencia, de legitimidad, sensación de obligación, promesas, motivación, escenarios, etc.). Hay conceptos sueltos de negociación y explicaciones breves tan importantes que uno solo puede marcar la diferencia entre facturarle o no una semana de trabajo extra a un cliente (por la excusa que te ponga). Es una habilidad que te interesa.
- Gestión de capacidades La productividad está muy ligada al valor. Ya decía Marx que cuanto más fácil es producir algo, menos valor tiene (o dicho de otro modo más lo infravaloramos). Por eso aparte de ser bueno, un productivo inteligente gestiona con mucho tacto (por pura psicología) cuándo y cómo demuestra sus capacidades frente a un jefe o a un cliente. En este área también entran otras ideas como escoger las habilidades que deberías aprender a continuación en función del contexto, en qué te deberías especializar o que te interesa a ti usar a diario estratégicamente. Hay muchas decisiones que tomar en este aspecto que te pueden facilitar en capitalizar para ti más resultados que los esperables de un trabajo cualquiera.
Soy consciente de que de todos estos temas suelo hablar más bien poco en el blog porque, aunque ha habido intentos, cada vez me voy dando cuenta más de lo que no seré capaz de explicar en menos de 3.000 palabras y eso como artículo de blog es demasiado largo.
No obstante, dentro del curso-método de productividad que voy a lanzar en Febrero existe un módulo dedicado a esto (que yo llamo «la productividad inteligente»).
En el sí me he podido dar por fin el tiempo y la calma para explicar estos conceptos en detalle. Tampoco sin pasarme, pero más de una hora del curso está dedicada a cubrir toda esta parte con 7 vídeos sobre «capitalizar» la productividad que se enseña en los primeros módulos del curso.
El curso no deja de ser principalmente un curso de productividad personal (la teoría) más un método acabado (la práctica, las herramientas, un conjunto que funciona). Por eso el 80% del curso prácticamente se me va en explicar con todo lujo de detalles desde cómo gestionar y definir bien tus objetivos hasta cómo gestionas las tareas en el día a día sin desbordarte ni que te interrumpa cualquier cosa.
Pero bueno, ese módulo extra de productividad inteligente y de «vamos a exigir ahora» que nuestro esfuerzo se traduzca en avances personales, me parecía importantísimo y creo que va a darle una gran coherencia al mensaje.
Así que si te gusta la idea, ¡ya sabes! En Febrero lanzaré el curso y estaré encantado de verte entre los participantes.
Y si quieres seguir las noticias, saber cuándo se lanzará definitivamente y estar al tanto de posibles ofertas de lanzamiento que haga a precio reducido, todo eso lo comunicaré primero siempre en el Gimnasio productivo. Que si no estás inscrito, es buen momento también para inscribirse.
Asi que ya sabes, a parte de las técnicas para hacer más, están toda otra serie de técnicas para aprender a capitalizar lo que haces en tu día a día (especialmente si tu trabajo es para otro).
Y ya por último, si este tema (saber capitalizar resultados frente a jefes o clientes) es un tema del que te interesaría ver más artículos en TdO no dudes en dejarme un comentario e iremos viendo en función de las opiniones que vayan apareciendo. ¡Nos vemos en el próximo!
4 comentarios
«ciertas personas pueden verse a menudo tentadas a decir algo diferente de lo que piensan de tus resultados». Constantemente.
Por cierto, me he quedado un poco con cara de tonta con la visión estratega de «gestión de capacidades», y es que me acabo de dar cuenta de que… !no las gestiono nada de nada ! !Pero nada! Ya no es la primera vez que por no dosificar y por «revelarme» demasiado pronto salgo escaldada, bien porque otros se aprovechan de mi labor para su propio beneficio personal, no de grupo (hay mucho trepa), bien porque paso a convertirme en… el comodín para todo (ergo… voilà objetivos que no son míos y que tengo que hacer sí o sí porque me los manda el jefe, que se excusa bajo el «ah, es que eres la única que sabe…». No, no; soy la única gilipxxxxx).
En una imagen: se va a celebrar un duelo a tres, los otros dos duelistas no muestran su arma hasta el final para inquietar a los contrincantes, entre los que me encuentro, y voy yo y tiro al suelo un saco abierto lleno de armas de todo tipo (pistolas, granadas, lanzallamas, bombas químicas…) mientras pongo las manos en las caderas y una sonrisa estúpida de «ola ke ase». Loooser.
Y lo peor es que creo que esto en el fondo ya lo sabía, !!y nunca le puse remedio!! Apuntado queda: «no ser gilipichis».
Lo normal es no hacerla.
Aunque, desafortunadamente, y cuanto peores sean los jefes/clientes con los que tengas que trabajar, menos se valorará la prevención y más se valorará la «curación».
Con este y otros principios en mente, la evaluación puede ser muy injusta entre alguien que trabaja a destajo y previene todos los problemas antes de que sucedan y alguien que espera a que pase la crisis y luego la resuelva a la vista de todos. Sin ser negativo para tu organización ni clientes, hay que saber poner en valor tu trabajo y prevenir ese «menosprecio», sobre todo si tus objetivos dependen de la evaluación que hagan de tu trabajo.
Así que: ¡habilidad a tener muy en cuenta!
¡Un saludo!
Me gusta la idea. Es muy frustrante trabajar para que luego no cuente lo que has hecho. Gracias por el artículo. Saludos.
Me alegro, Vanesa. ¡Un saludo!