Columna de verano (1/6) – Pilotos, tests y prototipos

Últimamente estoy fascinado con probar cosas. En estos momentos mi cabeza está al 110% absorta con cómo resolvemos problemas complejos como “montar un negocio desde 0” o “hacer realidad mis sueños”.

Conseguir que un email tenga “inbox 0” a estas alturas me parece pan comido, pero cualquier objetivo que empiece con “no tengo absolutamente ni idea de cómo voy a hacerlo” ya tiene toda la atención de mi cerebro.

No en vano he tenido una primavera de influencias y ahora está tocando un verano de recolecciones. Normal que a veces mire de reojo a los buenos libros porque sé que empezar a leer es sinónimo de una conexión de ideas que a veces me desborda si no la controlo.

En mi cabeza siempre he modelizado estos desafíos tan grandes como un laberinto complejísimo. Es algo que no puedes hacer un día solo y que por lo tanto va a requerir memoria y más herramientas de aquellas con las que empiezas.

Si el desafío no es algo que te motive (o como diría Brad Feld, “con el que estarías comprometido por 20 años”) mi experiencia me dice que abandonarás cuando la cosa se complique. Por lo que mi consejo en esto está claro: escoge tu causa vital (sin miedo) que es mejor fracasar una vida entera intentando lo que amas que triunfar en lo que aborreces.

Vida solo hay una.

Lo que supongo que me engancha de estos retos, es que detecto un patrón entre sentido, felicidad e incertidumbre. Y quiero yo ser feliz. Lo sé, seré un perro verde.

Sobre felicidad hay muchas teorías, pero a mí me gusta especialmente la visión de Emily Esfahani Smith que sostiene que, para ser felices, los seres humanos buscamos el propósito-sentido (y más si eres Millenial o posterior).

Por lo que siguiendo su pista me he preguntado múltiples veces que es el famoso y, si bien no creo que encuentre estudios nunca para defender esto, sí he recogido múltiples experiencias y referencias de personas cuando creen que lo han experimentado al máximo.

Estas voces apuntan a que el máximo sentido está donde se presentan dos factores: máxima incertidumbre y más próximo es a ti.

Lo cual trae muchas situaciones paradójicas como que muchos empresarios viven entre la dualidad de “estar deseando que su empresa triunfe y delegar todo” con que su identidad de empresario/a nace exactamente de “ir cada día a librar la batalla y probar cosas nuevas”.

No pretendo dar consejos absolutos ni respuestas firmes con esta columna porque sinceramente la hago para divertirme y compartir. Compartir antes de que esté acabado. Compartir fragmentos y pistas de lo que investigo y me mueve.

Pero si me gustaría dejarte con esa observación: cuanto más grande sea tu objetivo, más complejo el laberinto y más herramientas te falten para solucionarlo, no necesitas hacer más de lo que ya hacías, sino hacer más pilotos, tests y prototipos. Que curiosamente es lo primero que solemos reducir cuando entra la presión en juego como menciona Daniel Pink (en Drive, con un estudio e E. Deci).

Las “pruebas” (por simplificar) forman parte también de jugar, explorar y, aunque parezcan inocentes, pueden resolver mientras disfrutas y sacas tu mejor versión (en lo que Carol Dweck llama tu “Learning Zone”) aquello que no eres capaz de resolver poniéndote demasiado serio, restringiéndote y metiéndote presión (la “Performance Zone” de Dweck).

Por lo que lejos de tomármelo demasiado en serio, espero que te guste este experimento de columna de verano y te informo que haré 5 más de estas antes de irme de vacaciones por debajo de las 500 palabras.

Hoy me he pasado de palabras, pero eso también forma parte de todo experimento y voy a aplicar también mi filosofía de librarme del perfeccionismo dejándolo así por esta vez. Pero de esa ya hablaremos en futuros contenidos.

PD: Me encantará saber que te parece el test (este formato de columna «ligera»). Soy todo oídos (ojos, en realidad). ¡Un saludo!

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